Insecto volador mecánico menor que una pulgada y que pesa menos de un gramo, desarrollado por el Laboratorio de Microrobótica de la Universidad de Harvard. |
Vanesa Alarcón los vio mientras participaba en una manifestación contra la guerra en la Plaza Lafayette el pasado mes.
“Escuché a alguien decir, ‘Oh, por Dios, mira eso’”, recuerda un estudiante de último año de New York. “Yo miré y me dije ‘¿qué rayos es eso?’ Parecían como libélulas o pequeños helicópteros. Quiero decir, no eran insectos.”
Bernard Crane, que se encontraba en la multitud también los vio.
“Nunca en mi vida había visto algo así,” dijo el abogado de Washington. “Eran demasiado grandes para ser libélulas, así que pensé ‘¿esa cosa es mecánica o está viva?’”
Otros piensan que son simplemente libélulas, una vieja especie de insectos que incluso los biólogos admiten que pueden parecer criaturas robóticas.
Ninguna agencia admite haber desplegado dispositivos espías del tamaño de un insecto, pero una serie de entidades gubernamentales y privadas admiten que lo están intentando. Algunos grupos con financiamiento federal están criando insectos con chips de computadora dentro con el propósito de colocarles programas de espionaje en el cuerpo y controlar sus órganos de vuelo a distancia.
Los roboinsectos podrían seguir a sospechosos, guiar misiles hasta sus blancos o desplazarse por grietas en edificios derrumbados en busca de sobrevivientes.
Son grandes los desafíos técnicos que se precisa vencer para crear insectos robóticos y las mayoría de los expertos duda de que ya exista alguno en funcionamiento.
“Si encuentra alguno, dígamelo,” aseguró Gary Anderson de la Oficina de Reacción Tecnológica Rápida del Departamento de Defensa.
Pero la CIA desarrolló secretamente un sencillo fisgón libélula en fecha tan temprana como los años 1970s, y dados los avances más recientes, incluso los escépticos no descartan la posibilidad de que alguna agencia discretamente haya podido echar a andar algo parecido.
“Los Estados Unidos pueden ser muy taimados,” dijo Tom Ehrhard, coronel retirado de la Fuerza Aérea experto en vehículos aéreos no tripulados que se encuentra actualmente en el Centro para Evaluaciones Presupuestarias y Estratégicas, instituto de investigaciones con fines no lucrativos con sede en Washington.
Los artefactos volantes robotizados han sido utilizados por el ejército desde la II Guerra Mundial, pero en la última década su número y nivel de sofisticación ha aumentado enormemente. En documentos del Departamento de Defensa se ofrecen descripciones de casi 100 modelos diferentes en uso hoy día, algunos tan pequeños como aves, y otros del tamaño de pequeños aviones.
A fin de cuentas, la flota de robot volantes de la nación registró más de 160 mil horas de vuelo el pasado año –un aumento que supera cuatro veces la cifra del 2003. Un informe reciente del Colegio del Estado Mayor y el Mando del Ejército de los EE.UU. advirtió que de no aclararse pronto las reglas de tráfico, los vehículos no tripulados “podrían hacer del espacio aéreo militar del país un lugar caótico y posiblemente peligroso.”
Pero reducir del tamaño de un ave al de un insecto no es cosa sencilla pues no se trata de hacer cada pieza más pequeña.
“No se puede simplemente hacer un robot convencional de metal y reducir en escala el tamaño del diseño,” dice Ronald Fearing, especialista en robótica de la universidad de California en Berkerly. Por una razón, las reglas de la aerodinámica cambian cuando se trabaja en escalas muy pequeñas y se requieren alas que se muevan en forma muy precisa, un gran desafío para la ingeniería.
Hace muy poco que los científicos llegaron a comprender cómo vuelan los insectos, una hazaña biomecánica que, a pesar de que la evidencia estuvo mucho tiempo ante sus ojos, se consideró durante décadas “teóricamente imposible”. Solo el mes pasado, los investigadores de la Universidad de Cornell publicaron un análisis físico aclarando cómo las libélulas ajustan el movimiento relativo de sus alas frontales y posteriores para ahorrar energía mientras planean.
Este tipo de hallazgos es importante para los roboticistas porque el movimiento de los alerones tiende a consumir mucha energía y las baterías son pesadas.
La CIA estuvo entre los primeros que trataron de resolver el problema. El “insectocóptero”, desarrollado hace 30 años por la Oficina de Investigaciones y Desarrollo de la Agencia, se veía como una libélula y contenía un pequeño motor de gasolina para energizar las cuatro alas; volaba, pero finalmente fue declarado un fracaso porque no podía enfrentarse a los vientos cruzados.
El vocero de la Agencia George Little dijo que no podía hablar de lo que la CIA puede haber hecho desde entonces. La Oficina del Director de Inteligencia Nacional, el Departamento de Seguridad Interior y el Servicio Secreto también declinaron referirse al asunto.
Solo el FBI ofreció una declaración negándolo: “Nosotros no tenemos nada parecido a eso,” afirmó un vocero.
Pero el Departamento de Defensa está intentándolo.
Los investigadores financiados por la Agencia de Proyectos de Investigación de Defensa Avanzados (DARPA, por su sigla en inglés) están intentando insertar chips de computadoras en las crisálidas de polillas --fase intermedia entre el gusano y el insecto adulto-- e incubarlas hasta convertirlas en “polillas cybernéticas:”
El proyecto de Sistemas de Insectos Híbridos Microelectromecánicos se propone crear literalmente insectos disparadores de cámaras cuyos nervios hayan crecido dentro de la pastilla de silicona insertada en su cuerpo de manera que sea posible controlar sus actividades. Investigadores de la DARPA también crían cyber escarabajos con capacidad en sus músculos de generar varios instrumentos.
“Usted recordará que Gandalf, el mago bueno en el reciente clásico ‘El señor de los anillos’ empleaba una polilla para solicitar apoyo aéreo,” dijo en un Simposio en agosto Amit Lal, administrador de programa en la DARPA. En la actualidad, añadió, “esta visión de la ciencia ficción está ahora en el reino de lo real.”
El proyecto del cyber insecto tiene su cuota de detractores.
“Voy a estar bien muerto antes que ese programa esté listo para desplegarse,” advirtió el vicealmirante Joe Dyer, ex comandante del Comando de Sistemas Aeronvales, quien ahora trabaja en iRobot, en Burlington, Massachussets, que se ocupa de producir robots caseros y militares.
Mientras tanto, avanzan rápidamente los microvoladores totalmente mecánicos.
Investigadores del Instituto de Tecnología de California han hecho un “micromurciélago ornicóptero” que vuela libremente y cabe en la palma de la mano, mientras un equipo de la Universidad de Vanderbilt ha producido un dispositivo similar.
Con sus alas como velas de yate, ninguno de estos puede confundirse con un insecto. Sin embargo, en julio, un grupo de la Universidad de Harvard logró obtener un verdadero robot volador en forma de mosca, cuyas alas sintéticas puede batir a razón de 120 golpes por segundo.
“Esto demostró que podemos producir las estructuras articuladas de alta velocidad necesarias para recrear el complejo movimiento de las alas de un insecto,” afirmó Robert Word, jefe del grupo.
Los materiales superfinos de la mosca fueron cincelados con láser, y doblados en forma tridimensional como un “micro origami”, dijo, mientras campos eléctricos alternativos permiten el movimiento de las alas, y todo eso pesa solo 65 miligramos, es decir, poco más que la cabeza plástica de un alfiler.
No obstante, solo puede volar conectado a un fino cordón, como un hilo, que le suministra la energía, lo cual demuestra que aún habrá que vencer grandes obstáculos.
En agosto, en el Simposio Internacional sobre Insectos Voladores y Robots, celebrado en Suiza, investigadores japoneses presentaron voladores radiocontrolados con alas de cuatro pulgadas de envergadura que parecen una especie de polillas. Quienes los ven volar, escribió su creador en el programa, “siente algo como ‘almas vivientes’”.
Robert Michelson de Georgia Tech posee un modelo simplificado de "entomopter," un batiente de cuatro alas robóticas. | |
“Se puede obtener más energía de una gota de gasolina que de una batería del tamaño de una gota de gasolina,” afirmó el líder del grupo Robert Michelson.
Incluso cuando sea posible superar los obstáculos técnicos, los objetos voladores del tamaño de insectos siempre serán una inversión riesgosa.
“Pueden ser devorados por un ave o atrapados en una tela de araña,” afirmó Fearing de Berkerly. “Por muy listo que usted sea --puede incluso introducirle una Pentium-- si viene un pájaro a 30 millas por hora, usted no puede hacer nada.”
Los manifestantes en una protesta pueden hasta atrapar uno con una red --una de las muchas razones por las que Ehrhard, el ex coronel de la Fuerza Aérea, y otros expertos dijeron que dudaban que los insectos que se vieron planear en Washington fueran espías.
De manera que, ¿qué fue lo que vieron Crane, Alarcón y un puñado de gente en D.C. en marzo --y antes en el 2004, durante la Convención Nacional Republicana en New York, cuando un observador quizá paranoico, participante en una marcha por la paz, describió en la Web “una libélula negra planeando a 10 pies del piso, precisamente en medio de la 7ma avenida…observándonos?”
Probablemente vieron libélulas, dijo Jerry Louton, entomólogo del Museo Nacional de Historia Natural. En Washington viven algunas libélulas muy grandes y espectacularmente adornadas que “pueden deslumbrarlo a uno,” declaró.
Al propio tiempo, añadió, algunos detalles no tienen sentido. Tres personas en el D.C. describieron de manera independiente una línea de esferas, del tamaño de pequeñas moras, atadas a las colas de las grandes libélulas, parafernalia que Louton no pudo explicar. Y todos reportaron haber visto al menos tres maniobrando al unísono.
“Las libélulas nunca vuelan en grupo,” afirmó.
Mara Verheyden-Hilliard de Partnership for Civil Justice declaró que su agrupación se encuentra investigando informes de testigos y ya ha apelado al Acta para la Libertad de Información con solicitudes para varias agencias federales. Si esos dispositivos se utilizaron para espiar a activistas políticos, dijo, “estaríamos en presencia de una importante violación de los derechos civiles de la gente.”
Sin embargo, para muchos roboticistas que aún luchan por abrirse paso esa preocupación y el papel potencial de su tecnología parece superfluo.
“No quiero que la gente se vuelva paranoica, pero qué puedo decir,” afirmó Fearing. “Las cámaras en los teléfonos celulares ya están en todas partes, y no hay tanta diferencia.”
El texto original se puede descargar en: http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2007/10/08/AR2007100801434.html
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