Revisar el correo de manera compulsiva, tener más relaciones virtuales que cara a cara o perder valiosas horas de sueño frente al computador son conductas que pueden dar cuenta de un problema cada vez más común ante las nuevas tecnologías.
Cuando dieron la noticia de su muerte sólo lo llamaron por su apellido: Lee. Para entonces, agosto de este año, las informaciones recorrían el mundo contando cómo el señor Lee había terminado su vida frente al computador después de tres días jugando por internet. Dejó de alimentarse, de dormir y, tras desmayarse ante la pantalla, fue trasladado de urgencia hasta un hospital donde no pudieron salvarlo de una supuesta falla cardíaca.
Esta clase de sobredosis es nueva ante otras adicciones con siglos de antigüedad. Pero preocupa cada vez más, a tono con el desarrollo de la tecnología y las posibilidades de acceder a ella. La experiencia no es tan lejana como parece, pues si bien morir con las manos en el teclado es un caso extremo, basta mirar alrededor para encontrarse con personas que no pueden vivir sin la red.
El límite es difuso porque gran cantidad de gente dedica tiempo a chatear un rato, a revisar el correo o a leer blogs de los amigos. Pero están también quienes duermen cada vez menos, dan prioridad a las relaciones virtuales y poco a poco van dejando de lado otras actividades.
CADA VEZ MÁS
El primer síntoma, dicen los expertos, es no reconocer la adicción. "La mayoría piensa que lo tiene bajo control, así que no consulta mucho. Cuesta reconocerlo como problema y, luego, cuesta pedir ayuda", dice el sicólogo Andrés Moltedo. La excusa de "lo dejo cuando quiera" también se aplica al uso excesivo de internet, y por eso es difícil encontrar casos clínicos. Al menos en Chile, pues en otros sitios, donde el asunto es más serio, ya hay clínicas de rehabilitación para adictos.
En Alemania, por ejemplo, un centro de Boltenhagen trata a niños y jóvenes devolviéndolos a las costumbres de leer, jugar, estar en contacto con la naturaleza y alimentarse de manera balanceada, pues de tantas horas que pasan en reposo suelen presentar sobrepeso.
La pregunta es cómo sus pacientes llegaron al límite. Porque la red en sí no es algo negativo, a sus herramientas se les puede dar un buen uso y, a la larga, resulta un medio de comunicación bastante útil. Pero, claro, hay quienes no pueden desconectarse.
La Asociación Americana de Psicología calcula once millones de dependientes, mientras la página española adictosainternet.com estima que más o menos el 10 por ciento de los usuarios podría padecer lo que se ha definido como "Síndrome de Adicción a Internet". Las cifras, sin embargo, aumentan proporcionalmente con el número de cibernautas.
SEÑALES DE ALERTA
El Trastorno Adictivo a Internet -o Internet Addiction Disorder, IAD- fue definido en 1995 por el siquiatra neoyorquino Ivan Goldberg. Se reconoce básicamente porque toda clase de actividades pasa a segundo plano ante la posibilidad de instalarse frente a la pantalla. Desde dormir la cantidad adecuada de horas hasta alimentarse bien, pasando por salir con la polola o asistir a clases. Además, resulta casi imposible reducir los periodos de conexión y las relaciones virtuales terminan reemplazando al contacto cara a cara.
En casos extremos lleva al término de relaciones, pérdida del trabajo o ramos reprobados. Incluso a la muerte, como le ocurrió al señor Lee, ese coreano de 28 años que pasó tres días seguidos en internet y que ya había sido despedido de su oficina precisamente por jugar demasiado. Pero, en general, el conflicto con la red se genera cuando su uso provoca dificultades para vincularse con otras personas, inconvenientes en el trabajo o con los estudios. "Empiezan a afectar otros aspectos de la vida", precisa el sicólogo Andrés Moltedo.
Esa fue la voz de alarma para Mariana, profesional y madre de una adolescente que empezó a sospechar cuando su hija de 13 años bajó las notas, dejó de leer habitualmente y de pronto tuvo demasiados amigos en la red. Poniendo un poco más de atención notó que "apenas llegaba corría a encender el computador, estaba todo el día chateando y prefería quedarse en la casa antes que hacer cualquier cosa".
Como estaba sola gran parte del día, sus padres pasaron casi un año pagando banda ancha antes de notar alguna alteración. "Calculaba a qué hora llegaríamos y, minutos antes, apagaba el computador y abría un cuaderno", recuerda la madre. Hasta que un día, por casualidad, la chica dejó abiertas algunas páginas que solía visitar, y navegando un poco Mariana supo a qué dedicaba tardes completas.
Según los estudios, las salas de chat y los juegos interactivos son la principal causa de adicción. La hija de Mariana pasaba varias horas del día en Messenger, conversando incluso con amigos que viven a pocas cuadras de su casa. También dedicaba bastante tiempo a subir fotografías a un fotolog, participaba en foros, averiguaba noticias de su grupo favorito y descargaba música hasta la madrugada.
Y Mariana empezó a preocuparse pues "podía entrar a páginas que no corresponde o dar datos que no corresponden, primero porque está sola y además porque para esas cosas se cree grande".
Ante la evidencia la solución fue práctica y rápida: terminar el contrato. "Al principio lloró, se enojó y reclamó", cuenta sobre los primeros días de abstinencia. Pero con el paso del tiempo las cosas se fueron tranquilizando, aunque al princiìo no perdía oportunidad de recordar lo útil que resulta internet para las tareas, para leer noticias o para hacer trámites.
Después de la radical decisión de sus padres la adolescente empezó a retomar viejos hábitos, aunque cada vez que puede, sea en el colegio o cuando visita a sus amigos, aprovecha de conectarse. "Amo estar en Messenger", explica, sin reconocer ninguna clase de adicción. El dato de haberse levantado muy temprano los fines de semana para partir de inmediato a usar el computador le parece irrelevante.
Esas costumbres son frecuentes entre otros chicos de su edad y coinciden con los estudios que muestran cómo los niños juegan cada vez menos. Juegos a la antigua, se entiende. En agosto pasado, Adimark, por encargo de Unilever, encuestó telefónicamente a 707 madres chilenas que contaron entre las actividades favoritas de sus hijos ver televisión o películas. Y que apenas salen a plazas y parques por temor ante la inseguridad.
TAMBIÉN MAYORES
La pasión desmedida por internet y sus herramientas suele asociarse a la adolescencia, pero también hay adultos que caen en la red. El sicólogo y director del Instituto Siquiátrico Sicológico de Santiago, Giorgio Agostini, enumera entre los jóvenes a aquellos que usan la web de manera desmedida en la búsqueda de datos para trabajos escolares o universitarios; a los que van tras información sobre sexualidad y pornografía -primero por curiosidad y luego por adicción-; y a quienes usan las salas de chat para contactarse con otros sin censura e inventando personajes, lo que en definitiva "se convierte en una catarsis".
Pero también se ha encontrado con personas mayores que, en medio de problemas matrimoniales o disconformes con su vida de pareja, se sumergen en la red para establecer nuevas relaciones, aunque sea de amistad. Y están también quienes pasan las noches jugando -como el señor Lee- o esos profesionales demasiado perfeccionistas que navegan tras información que les ayude en su trabajo.
En general, explica, se trata de personas con rasgos muy obsesivos que esconden tras la adicción conflictos de fondo, infantiles, familiares, de estrés laboral o angustia por la soledad. "Internet adormece, se pasan los sentimientos depresivos pero luego viene la culpa", aclara.
Moltedo, por su parte, precisa que esta adicción no es lo mismo que el consumo desmedido de alcohol o drogas, por ejemplo, pues "no hay una sustancia química involucrada". Sin embargo existen "ciertos problemas para definir límites"; así como hay personas que no pueden dejar de comer, ver televisión o hacer ejercicio en forma desmedida, otras deben mantenerse constantemente en línea.
A TERAPIA
Quienes llegan a convertirse en adictos usualmente "pasan por un mal momento personal, con problemas descompensatorios en su vida" como el término de un pololeo, escasa autoestima o alguna razón que les provoque un malestar particular que difícilmente es comprendido por otras personas.
Esa pérdida de control es precisamente lo que caracteriza la adicción, pues más que el tiempo que se pase frente al computador el problema está en la urgencia por mantenerse siempre conectado, que "se escapa y deja de ser un asunto voluntario". El profesional explica que, así, la actividad empieza a perder sentido y se convierte en una necesidad.
Y Giorgio Agostini coincide: "Es un acto compulsivo, casi imposible de detener, y ahí necesita ayuda especializada de un terapeuta que trata de encontrar cuáles son los problemas de fondo". Si bien hace algunos años estas situaciones "eran casi impensadas", ahora son cada vez más los que llegan hasta su consulta a pedir ayuda, concientes de que el destino del señor Lee podría llegar a repetirse.
http://www.mercuriovalpo.cl/prontus4_noticias/antialone.html?page=http://www.mercuriovalpo.cl/prontus4_noticias/site/artic/20051106/pags/20051106000052.html
0 comentarios:
Publicar un comentario