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02 junio 2007
20:44

“Realidades y problemas de la sociedad de la Información”

Contrario a las profecías de los libros de Ciencia Ficción y las películas, la sociedad de la información y la tecnología se han integrado a nuestro diario vivir de una forma paulatina pero constante, modificando notablemente varios patrones hasta el momento considerados como tradicionales.
Cuando los sistemas de información se han implementado adecuadamente los grandes beneficiados han sido los usuarios en general, quienes gracias a éstos optimizan sus tareas tanto personales como laborales.
Podemos mencionar como ejemplos: los cajeros automáticos, el uso de las tarjetas de crédito, a nivel de tiendas el uso de lectores de escáner economiza tiempos en los procesos de inventarios, etc.
Los recursos de hardware se optimizan constantemente; sin embargo, el bien más preciado es la información (data). Se considera información tanto la cantidad de dinero que se transfiere electrónicamente de un continente a otro como las noticias que se propagan por todo el planeta a través de los medios de comunicación y el Internet.
Los Sistemas de información también han modificado sustancialmente los esquemas administrativos y de negocios de las organizaciones empresariales; el manejo oportuno de la información permite anticiparse a las necesidades de los clientes, aperturar nuevos mercados o nichos tanto locales como mundiales, segmentar los productos para un público determinado, etc.
Esta nueva visión ha conllevado que las empresas dispongan de profesionales de las ciencias informáticas y computacionales, así como de inversión económica en ese sector.
Sin embargo, de no realizarse una adecuada planificación y coordinación de esfuerzos entre el sector gerencial y de negocios con el de Tecnologías, es posible que no se puedan palpar los resultados esperados.
Se requiere de una adecuada comunicación en donde los tecnólogos puedan participar en los procesos de negocios, de forma tal que los sistemas de información resultantes sean eficientes herramientas de productividad.
Y es que las tecnologías deberían – en un estado ideal – adaptarse a las necesidades de las organizaciones, no en el sentido inverso como sucede con bastante frecuencia.

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