Un equipo de investigación norteamericano e israelí acaba de hacer pública una nueva fórmula matemática que permite una distribución mucho más rápida de la información a través de redes autoorganizadas que presentan puntos de estrangulamiento.
El método podría acercar el concepto casi utópico del “polvo inteligente” al día a día de la industria informática.
Del mismo modo que los sensores que detectan el tacto y el movimiento en los teléfonos móviles se hacen cada vez más pequeños, baratos y fiables, los fabricantes de ordenadores están comenzando a tomar en serio la vieja idea del "polvo inteligente" (en inglés, smartdust) , o lo que es lo mismo, una red inalámbrica de minúsculos sensores microelectromecánicos, robots o dispositivos que pueden detectar señales de luz, temperatura, vibraciones, etc.
Su colocación dispersa alrededor de un hospital, por ejemplo, podría aportar información sobre la temperatura o la humedad registrada en el interior del edificio o, incluso, seguir los pasos de los pacientes.
El algoritmo está diseñado para trabajar en las llamadas redes ad hoc, una red inalámbrica descentralizada en la que ningún dispositivo actúa como supervisor de toda la red en su conjunto. En una red de sensores inalámbricos baratos, por ejemplo, cualquier dispositivo podría fallar: su batería podría agotarse o su señal podría ser obstruida.
Por ello, la red tiene que ser capaz de adaptarse a la desaparición de cualquier dispositivo, lo que obliga a que no contenga ninguno con demasiada responsabilidad. Sin un supervisor la red no conoce la localización de sus puntos de estrangulamiento, pero eso no es un problema para el nuevo algoritmo, ya que como afirma Censor-Hillel "da igual dónde estén los cuellos de botella, lo importante es hacer frente a su existencia". (tendencias21)
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